La Cal

La Cal

La cal grasa apagada, cuyo origen se remonta a la noche de los tiempos, es por su naturaleza y versatilidad uno de los materiales más nobles que ha empleado la arquitectura histórica.

El amplísimo abanico de su aplicación abarca toda la historia de la gran pintura al fresco, medio-oriental, griega, romana, medieval, renacentista y barroca, pasando por su intervención casi única como aglomerante de fábricas, con sus máximos ejemplos en la arquitectura romana. En cuanto a revestimiento, siempre se empleó en revocos, esgrafiados, y en ese arte sutil de los estucos a fuego imitando mármoles y decoraciones que cubren el interior de la arquitectura histórica santuaria.

El ciclo de la cal comienza con el cocido de una caliza para obtener cal viva; tras su apagado, se llega a la cal grasa o cal en pella, a la que se añadirán los áridos elegidos que la doten del color y textura elegidos. Tras su lento fraguado retornará a su original estado de carbonato cálcico, pero ya con una manipulación empleada por la técnica del hombre.

La bondad de la cal grasa apagada, sus resultados, la experiencia milenaria, su versatilidad, el no producir sales nocivas, su elasticidad, que evita retracciones, el no usarse con ella mas aditivos que los áridos necesarios en el diseño de su ulterior textura y pigmentación, y que harán innecesario el uso de pinturas de acabado, y sobre todas sus propiedades está el hecho de haber sido el único cementante empleado por el hombre en esa expresión de la cultura que es el arte de construir.

ETAPAS CULTURALES DE LA CAL


Morteros Egipcios y griegos. India


Los egipcios fueron los primeros en utilizar la escayola (sulfato de calcio semihidratado obtenido por cocción del yeso a 120ºC) para unir bloques de la pirámide de Keops y cubrir su superficie con un estuco rojo, según se ha determinado recientemente; es del 2600 a. J.C. Los egipcios cubrían con una ligera capa de estuco sus edificaciones y para rejuntar sillares empleaban la escayola descrita; igualmente la empleaban para decorar sarcófagos, aplicando policromías y tinta de oro obtenida de la pulverización de chapas previamente laminadas y mezcladas con sal gruesa que luego machacaban. Tras esta operación en seco se diluía la mezcla en agua, decantándose el polvo de oro que luego, desleído en lacas, se aplicaba con pinceles. La forma básica de las pinturas murales indias se caracteriza por varias capas. El arriccio -la capa más gruesa- estaba normalmente mezclada con base de arcilla con paja u otras fibras vegetales o pelo animal. Los textos mencionan varias mezclas de tierras, arena, polvo de ladrillo o de conchas y cal. Su principal función era para nivelar la superficie de la pared. El intonaco o capa superficial era fina y suave receptora de las pinturas compuestas de caolín, yeso y cal o estratos de estos materiales. Todos los textos mencionan la adición de adhesivos: gomas, resinas, ceras, melazas, azúcar, varios jugos de plantas, aceites o colas de piel de vaca.

LOS MORTEROS ROMANOS


Las terminaciones en las casas de la antigüedad, construidas en general con débiles muros, eran generalmente revestidas de cal tanto el exterior como el interior. Vitruvio ya recomendaba superponer tres capas de mortero y otras tres de estuco de mármol. El grueso del estuco variaba de 5 a 8 cm. Estos estucos eran decorados con pintura al fresco, esto es, aplicar pigmentos diluidos en agua de cal sobre la capa de mortero de cal aún sin fraguar, distribuyendo la obra en tajos o tareas en que el pintor era capaz de decorar antes del fraguado. Los estucos son los revocos de más calidad en los acabados de fábricas, sean de yeso, cal o mezcla de ambos. Vitruvio exigía tres capas de estuco de cal, dando a cada capa sucesiva una carga de polvo de mármol cada vez más fina. España tiene una gran tradición en yesos y gran abundancia de ellos en su mitad oriental. Tuvo una fuerte tradición mudéjar y de yesaires, lo que explica el gran uso de ellos, incluso como aglomerante de fábricas. Vitruvio también lo recomienda en exteriores, siempre que se le dé dos o más capas de aceite de oliva extendidas con la mano. También se recomendaba grasa de cerdo rancia.


ARTE ISLÁMICO


La España musulmana en época califal utilizó los atauriques labrados en piedra como decoración parietal en Medina Azhara. En el mundo nazarí toman gran auge las yeserías o estuco “andalusí” con morteros de cal, yeso y polvo de mármol. El yeso retarda el fraguado para dar tiempo a estarcir las complicadas superposiciones de arabescos. Tallado con gubia o expulsados como en los esgrafiados y aplican, con técnica de fresco, esto es, con los morteros aún húmedos, los pigmentos en agua de cal para sus complejas policromías. La Alhambra y tantos monumentos andaluces son muestra de estas maravillosas decoraciones, que derivan de las yeserías almohades.


El Renacimiento y Barroco. Siglo XVIII


En el Renacimiento y Barroco italianos se observan estucos y revocos en numerosas obras de Tibaldi, Ricchino, Sangallo, Serlio, Miguel Angel y Sansovino. Los de las estancias de Rafael de Giovanni da Udine o las logias del Belvedere en el Vaticano y Villa Madama en Roma. Las villas de Palladio se construyeron con obra de ladrillo revestida de estuco; la mayor parte de los elementos, incluidas columnas, eran de ese material. La piedra se reservaba para los detalles más refinados, como basas y capiteles de las columnas y marcos o guarniciones de huecos. Usó suelos de estuco en Villa Rotonda. Las superficies estucadas gustaron a aquellos venecianos tan amantes del color, que lo cambiaban a voluntad; en las villas palladianas y casas venecianas se ve gran cantidad de superposiciones de estucaduras. En el Barroco europeo del siglo XVIII toma importancia el tratamiento de muros interiores, los frisos altos son decorados con estucos en relieve, el muro lo consideran como una columna desarrollada en el plano, esos frisos corresponderían al capitel y enmarcan los techos decorados. La parte, central del muro, correspondiente al fuste, queda tranquila, se cubre de telas o molduras, doradas o no, formando recuadros que enmarcaban cuadros, tapices o pinturas murales. En el siglo XVIII, los italianos proveían a toda Europa de las placas de ricos mármoles que servían de encimeras de consolas, aparadores o cómodas, generalmente de estilo rococó. Pero producían también para el mismo uso placas de scagliola o imitaciones de mármol en estuco coloreado, que eran muy solicitadas, sobre todo por ricos clientes ingleses. En el período comprendido entre 1720-1770 aparece en Francia, y se extiende pronto, el estilo rococó, con formas dominadas por diseños vegetales y rocallas en complicadas espirales. Se desarrolla en todos los niveles de decoración, revestimientos, plafones en estuco, candelabros, tejidos, papeles pintados y en gran parte del mobiliario y pequeños ornamentos de la época, como grandes espejos integrados en los revestimientos y enfrentados, produciendo reflexiones sin fin, creando unas atmósferas casi psicodélicas, sin puntos de referencia, donde todo estaba en movimiento.


Según el temperamento, capacidad o talante del estuquista y de la libertad que el arquitecto le concediera, el estucado determinaba decisivamente el carácter del espacio que definía la rocalla y la dinámica lineal de sus elementos. Los prototipos de la fantasía tardo-barroca parten de ornamentaciones extraídas de formas orgánicas, como las conchas, creando oscilaciones y arabescos junto a cintas y dibujos geométricos, que invadieron techos, bóvedas y paramentos, incluso pilastras y arquerías, todo un mundo fantástico y desbocado, como la gran pirotecnia formal de fin de una época.

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